sábado, 13 de octubre de 2012

Viaje vertiginoso de contrastes


Por Jorge Ernesto Ibáñez Vergara
Poeta, Promotor y Crítico de Arte
Madrid, España 2008





             Por su variedad y versatilidad, no es tarea fácil comentar la obra del maestro Orlando Arias, trabajador incansable, este boliviano universal que ha explorado todos los campos de la plástica, ha recorrido medio mundo llevando su obra y su mensaje, dejando su huella personal para beneplácito y deleite de los amantes del arte.
               Aunque inicia su quehacer pictórico siendo su forma de expresión el realismo, pronto incursionará en el expresionismo, para más tarde encaminarse por los senderos del abstracto, teniendo como referente su particular mundo del color.
               A diferencia de otros pintores, emplea una gama mucho más amplia de colores, no entiende la restricción cromática para sus telas, en ellas coexisten colores cálidos y frescos en un viaje vertiginoso de contrastes, que le imprimen carácter a la composición huyendo de cualquier tipo de anquilosamiento. 
               La síntesis lograda en sus lienzos, ofrece a la par, la fuerza de su solvencia plástica y la seducción que la armonía y la lírica producen en la forma, la línea y el color exquisitamente integrados. 
               Desde la figuración indigenista de sus primeros años, irá acercándose a la síntesis expresionista y abstracta de su producción posterior, incorporando identidad, rasgos propios, como las sombras verdes de las manos o de la anatomía de algunas de sus obras, como la maternidad andina, que recuerdan al fauvismo, sobre todo a su líder MATISSE o AUGUST MACKE. Sin embargo, el maestro boliviano personaliza este detalle mediante el tratamiento de la luz, con un tratamiento efectivo en el modelado de las formas.
               El ritmo de la belleza de sus obras, está marcado por la cadencia visual de su trazo, en la sugestión de la vibración de las luces en consonancia con el color de grandes contrastes, pero que generan una armonía visual que subyuga.



               En la serie de sus obras, "Miradas a la vida", el maestro Arias, ve un universo más allá de la mirada, ve en lo humano encarnar facetas de la vida y la actitud frente a ella.
               El lirismo de los colores en sus telas, convierten a su pintura en una poesía de atmósferas e imágenes, abstractas o figurativas según sea el caso; las imágenes flotan en el espacio, fluyen de su universo, dando la sensación de un éxtasis de color y armonía, donde llega incluso a la renuncia del volumen en pro de la plástica y la imaginación; un éxtasis de color que es origen y desencadenante de su iconografía tan genuina y personal.
               El maestro boliviano es un iluminado del color, su percepción es tan amplia como aguda su sensibilidad para conjugar unas veces el color y la forma, y otras el color y la nada, para encontrarle sentido a la creación.
               El equilibrio compositivo de sus obras, refleja en el lienzo la riqueza de su mundo interior, sus pinturas están asentadas en juegos de claridad y oscuridad, que nos ofrecen las luces y sombras de los colores que lo protagonizan.
               Los colores para este artista determinan campos y áreas irregulares, unas veces geométricas y otras totalmente espontáneas a la vez que orgánicas, que separan una gama de otra; donde el color libre de la línea y de la forma, expresa las sensaciones de su fuerza interior, dejando que el color inspire a la forma. 
               Sus tonalidades, a pesar de la primera impresión que produce el conjunto, no son puras en ningún caso, son el producto de sucesivas capas jugando con colores cálidos y frescos, llevando al máximo el riesgo cromático en la composición y ejecución.
               Sus pinceladas están aplicadas mediante trazos espesos y generosos, que suelen ser visibles en los distintos colores que forman el efecto final, ya sea en composiciones figurativas o en atractivas creaciones plásticas no figurativas.
               El grado de madurez que ha alcanzado este pintor en la plástica abstracta, se extiende además en sus otras facetas, como el expresionismo, surrealismo, etc.; y sigue además depurando su vertiente figurativa, incorporando elementos iconográficos indigenistas, y también creando un estilo propio que él denomina “La Robótica”.



               Hablar con el maestro Orlando Arias, es como hablar con un ser encantado y seducido por el duende de la belleza, como si en ese instante fuera tocado por la varita mágica, donde su alma se expresa a través de la creación pictórica, y es ahí, en la línea del pensamiento donde se genera la belleza, donde el arte del color domina el alma humana, donde su creación es arte, es belleza, tanto como los sonidos del color.
               En su creación investiga todos los campos posibles de la plástica, explorando nuevos caminos que le lleven al punto donde la creación se hace arte, no se conforma con pintar por pintar, quiere llegar en cada una de sus obras a donde la belleza se manifiesta. En este afán, no ha descuidado el arte figurativo en sus exploraciones abstractas, sintetiza y complementa lo aprendido en ambos caminos estéticos.
               Entre sus obras podemos apreciar cuadros que se encuentran en un punto medio entre lo figurativo y lo abstracto, con detalles que resaltan cada tendencia. En otras obras, se sitúa en el área fronteriza con el expresionismo, conjugando figuración y abstracción, teniendo como vehículo el color.
               Sus obras expresan sensaciones, dicen algo, que es como entiende el pintor la relación con los diferentes elementos que utiliza para dar forma a la composición; en el mismo sentido, su concepción sobre el color, utiliza colores fuertes y suaves en una aplicación arriesgada, donde predomina en algunos casos lo pictórico sobre lo lineal.
               Terminaré diciendo que Arias Morales, es un artista genial, auténtico, que nos deleita con una pincelada eficaz y expresiva, creando una pintura vitalista, donde la potencia de la mancha cromática, sugiere más que representa, donde la profundidad conceptual adquiere un lugar preponderante, gracias a la energía visual que desbordan sus obras y que invitan al espectador a descubrir y crear en su mente, la fantasía que la composición le pueda regalar.

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